miércoles, 9 de enero de 2008

PSICOANÁLISIS – SUICIDIO – HOY

PSICOANÁLISIS – SUICIDIO – HOY

Como se expresa en los fundamentos de este Congreso, el suicidio constituye un problema de salud pública. También es la expresión extrema de un conflicto subjetivo. El suicidio logrado nos deja con todas las palabras, él ha rehuido a ellas, y las explicaciones quedan a cargo de quienes le sobreviven.
Por una parte entonces, el enigma sin resolver del por qué tal decisión. Por otro lado el interrogante de si se podría haber evitado.
Ambas preguntas tienen necesidad de ser desplegadas en el nivel particular del caso, como en el nivel comunitario de políticas: sanitarias, educativas, políticas públicas en general.
Hace unos años atrás, en un trabajo que presenté en las Jornadas Lacanoamericanas de Psicoanálisis en Salvador de Bahia(1997), fundamentaba la imprescindible presencia del psicoanálisis en la acción Inter.-disciplinar de la APS. Decía en aquel entonces que es desde la teoría, y desde la practica misma de esta disciplina de lo inconsciente que, por una parte, se pueden leer los resortes de la vida colectiva humana, y encontrar las nociones que orienten el quehacer en el ámbito colectivo, respetando las singularidades y previniendo los devastadores efectos de masificación. También señalaba que el lugar del analista en lo cotidiano de la APS no solo pasaba por sostener la ética de la escucha, sino también tomar la palabra. Y aquí estamos.
El Psicoanálisis en su experiencia originaria, procede por vía di levare. Así como el escultor descubre la estatua que ya está allí en el bloque, el analista pesquisa la estructura subjetiva en el despliegue discursivo que se ofrece a su escucha, favoreciendo que advenga la verdad del sujeto.
Solo retroactivamente dirá de la causa. ¿ Cómo entonces anticiparse, cómo predecir y prevenir los riesgos que se presentan cotidianamente en la clínica?
La posición del analista no es ingenua. Su saber-hacer se asienta en una sólida y rigurosa formación (el consabido trípode freudiano: su propio análisis, el aprendizaje sistemático de la teoría, el análisis de control).
En 1910, en un Simposio sobre el Suicidio, Freud se preguntaba cómo es posible que llegue a ser superado en la situación de suicidio (lograda o no) el poderosísimo instinto de vida, y si esto era “posible por el simple efecto de la libido defraudada o si existe también una renuncia del yo a su conservación, emanada de motivos puramente yoicos”.
Cinco años después, en Duelo y Melancolía, Freud expone el estado de indagación psicoanalítica con claras referencias a estas preguntas.
En este trabajo, compara el estado clínico de la melancolía con el afecto del duelo.
En ambos de lo que se trata es de la pérdida de objeto amado. En uno como en otro encontramos que 1)cesa el interés por el mundo exterior, 2)se pierde la capacidad de amar, 3) se produce una inhibición de todas las funciones (Ej.: insomnio, rechazar alimentarse).
El afecto de duelo es de carácter transitorio, y es de esperar que estas “disfunciones” tiendan a atenuarse y desaparecer, conforme avance el trabajo de duelo.
Pero en la melancolía específicamente verificamos: 1) perturbación del amor propio (reproches y acusaciones dirigidas a la propia persona), pudiendo llegar a la espera delirante de castigo; 2)empobrecimiento del yo; 3)referencias del sujeto a quitarse la vida expresadas sin pudor.
Ninguna de estas tres condiciones se verifican en el duelo, en el cual el objeto perdido es conocido, mientras que en la melancolía la pérdida de objeto amado, de naturaleza más ideal, es sustraída a la conciencia.
Se sucede en la melancolía un conflicto entre el yo y la instancia crítica del yo.
Tres, entonces, son las premisas de la Melancolía: perdida de objeto, ambivalencia, regresión de la libido al yo (“por una identificación con el objeto la sombra del objeto cayó sobre el yo”).
Tenemos entonces la importancia del diagnostico en transferencia, que permita despejar lo más tempranamente posible de qué tipo de presentación se trata (acting-out ofrecido a la interpretación, o pasaje al acto?), y cual será la dirección de la cura, tareas éstas propias de un analista entrenado, que se sumará a un equipo de trabajo, aportando sus opiniones y escuchando los impasses de tal interacción; contribuyendo con un trabajo puesto en común a disminuir en todo lo posible el riesgo (vale remarcar, sin garantías) y el sufrimiento del paciente o consultante.
Cuando expreso una labor Inter.-disciplinar, afirmo que otros operadores (asistente social, psiquiatra, enfermero, etc.) estarán presentes, favoreciendo articular con la familia, cuando ésta esté, y/o generando una red de contención cotidiana del sufriente en consulta (amigos, vecinos, etc.).
Entiéndase que este esbozo de Inter.-vención, Inter.-disciplinar, es válida tanto para el ámbito público cuanto para el ámbito privado, con sus peculiaridades. Es necesaria la aclaración, ya que es habitual pensar en la Salud Pública como ámbito de lo estatal solamente (en tanto que en rigor el Estado es responsable y quien debe – o debiera – regular, pero no el único actor) y orientado, se piensa generalmente, a sectores desprotegidos, pobres. Pero como suelo enunciar, si se piensa desde la pobreza, se piensa pobremente. Entiendo que todo dispositivo, asistencial o preventivo, en el ámbito de que se trate (público o privado) y del área que sea (salud, educación, seguridad, etc,) ha de plantearse con posibilidades de aplicación, en estos términos, universal.
En el Malestar en La Cultura, Freud se interroga sobre las condiciones de vida de los seres humanos.
La vida se presenta con pesares, para los cuales se ofrecen a los humanos tres tipos de lenitivos (paliativos para superar esos pesares): distracciones poderosas que tornan pequeña nuestra miseria (desde el cultivo del jardín a la dedicación a la ciencia, etc.); satisfacciones sustitutivas que reducen el pesar (el arte); narcóticos que modifican el quimismo de los órganos insensibilizándonos (“A quien tenga pesares no le falten licores”).
Si bien los hombres aspiran a la felicidad, tres son las fuentes de sufrimiento que deben enfrentar: provenientes del propio cuerpo, del rigor de la naturaleza, de las acciones de otros seres humanos.
Eros y Ananke (amor y necesidad) son los padres de la Cultura. Señala Freud que ésta cumple con dos fines: regir las relaciones de los hombres entre si, y protegernos contra la Naturaleza.
Pero esta misma Cultura que permite que convivan mayor número de seres humanos, impone una serie de restricciones al individuo. Se produce entonces un conflicto entre el amor y la cultura.
Así como en el plano singular, el reforzamiento del yo, en conflictos como veíamos recién, de neta factura narcisista, es empujar al suicidio (en tanto el “consejo” puede reforzar la instancia crítica del yo, que por si solo ya lo martiriza), en la lógica de lo colectivo, es ineficaz dirigir las acciones a eliminar un malestar, que lo es de estructura. ¿Cuál entonces la dirección a seguir?.
Mencionaba hace un rato un Simposio sobre Suicidio de 1910, donde la intervención de Freud apunta en particular sobre una importante misión de la educación, lo hace en estos términos: “La escuela secundaria, empero, ha de cumplir algo más de abstenerse simplemente de impulsar a los jóvenes al suicidio: ha de infundirles el placer de vivir y ofrecerles apoyo y asidero en un período de su vida en el cual las condiciones de su desarrollo los obligan a soltar sus vínculos con el hogar paterno y con la familia. Me parece indudable que la educación secundaria no cumple tal misión y que en múltiples sentidos queda muy a la zaga de constituir un sucedáneo para la familia y despertar el interés por la existencia en el gran mundo”.
Por ser tan vasto el ámbito de intervención, me centraré en la educación, y en particular el nivel medio, que abarca el período de la pubertad. Este momento de la constitución subjetiva, es universal y una bisagra en el desarrollo del parletre. Momento de reafirmación de los procesos iniciados en el período instituyente de la subjetividad (la niñez), y quizás la última oportunidad de una intervención que permita rectificar rumbos.
Hoy, en nuestra Argentina, (según investigación del Grupo Equis, de Artemio López) más de 1.500.000 adolescentes se encuentran fuera de la escolaridad y sin ninguna ocupación. Esta pre-ocupación ha sido manifestada aún en el Parlamento Nacional, sin arribarse a una sanción de ninguna política específica.
Quizás sea el sector de nuestra población en mayor riesgo. Acosado por la crisis que transitamos, que no muestra horizontes ni objetivos de vida, y transitando sus propias crisis subjetivas, en variadas formas, todas ellas siempre necesitadas de un mayor respaldo, tanto familiar, como (y fundamentalmente) social.
Lejos de ser sujetos de cuidados y atención especial, son objetos de crítica, cuestionamiento, y blanco de las más variadas publicidades (tanto orientadas al consumo como las supuestamente “preventivas”).
Tal vez no sea tarde aún para revisar qué estamos haciendo, qué dejamos de hacer, e impedir que esta generación sea empujada a suicidios individuales, o exterminio colectivo.


Buenos Aires, Agosto 2005

Texto de mi presentación en el Primer Congreso Internacional de Suicidiologia
UCC, Córdoba, Argentina (19 y 20 de agosto de 2005)

Autor:Leopoldo M. Piazza

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