jueves, 17 de febrero de 2011

Psicoanálisis: y el hecho de las Situaciones de Violencia Doméstica (SVD)

Al poner en conjunción los dos términos del título, me propongo un posible anudamiento de ambos a partir de algunas reflexiones y el intento que desde el primero se explique algo del segundo.
Es oportuno entonces desarrollar mínimamente qué se entiende por situaciones de violencia doméstica.
Habitualmente se los define por las siguientes notas:
- se producen en el ámbito de la intimidad familiar a la cual, los denominados víctimas y victimario, pertenecen;
- son reiteradas y habituales;
- se basan en la supremacía (física y/o psicológicas) del victimario sobre la víctima;
- estas pueden ser agresiones físicas, emocionales o sexuales.

Habitualmente estas situaciones no suelen parecer problemáticas para quienes las viven y es recién con la intervención de alguien ajeno a este ambiente hogareño que las mismas devienen en motivo de alguna consulta o pedido de ayuda. Las más de las veces y en un primer momento, sólo se tiene noticias de ellas por una intervención policial, legal o por un auxilio sanitario por las consecuencias de las acciones desplegadas en las situaciones violentas.
Esta ajenidad no deja de llamar la atención de todo aquel que toma conocimiento de estas situaciones de violencia doméstica, máxime si se tiene presente que en sus consecuencias se incluye hasta la posibilidad de muerte tanto para la víctima como para el victimario.
No está demás mencionar que en estas situaciones de violencia doméstica se agrupan hechos en apariencia tan dispares como los golpes de un hombre a su mujer, como de los padres a hijos, el incesto, la desatención y/o maltrato a discapacitados y ancianos, etc.
Lo antedicho ha generado múltiples reacciones en las distintas sociedades, llevando esto a denominarla problemática social.
En foros internacionales se han recomendado y favorecido el establecimiento de leyes que en distintos países regulen la atención punición y recuperación de los implicados en estos hechos.
La referida “ajenidad” a los hechos de quienes están implicados en los mismos, ha favorecido una diversidad de líneas de intervención basadas en la educación y en la apelación a la “toma de conciencia” de los riesgos y sus consecuencias.
Basadas en estas premisas, una corriente de pensamiento y acción, en apariencia mayoritaria, despliega campañas de difusión del tema y alimenta programas televisivos, campañas preventivas, notas periodísticas, explicaciones e investigaciones científicas.
No obstante, y apelando a múltiples explicaciones convergentes, quienes se especializan en estudiar estos hechos, comprueban que los mismos lejos de disminuir, pareciesen aumentar.
Más en detalle, es conocido que las intervenciones legales, psicoterapéuticas, etc., se ven las más de las veces frustradas en sus objetivos rectificatorios. Sea que la mujer reincida con el mismo o con otro golpeador. Sea que el padre incestuoso no sea adecuadamente penado y aun así reincida en una nueva unión matrimonial, etc.
A todo esto un incremento en las condiciones violentas de las relaciones sociales cotidianas pareciera realimentar y realimentarse con y de estos hechos.
En el contexto de una humanidad que transita profundas transformaciones en sus relaciones sociales, donde se impone la llamada globalización, pareciera que “la violencia” también se globaliza.
Sin la intención de un análisis holístico del fenómeno de transformación que vive nuestra civilización, es oportuno puntuar que ni todo son rosas, ni todo son espinas. Color y dolor se entremezclan, dejando entrever breves instantáneas de ilusión en lo futuro, y densas realidades de miseria en el presente.
Nuestra sociedad mercosureña, a mitad de camino entre la barbarie y la civilización sin escapar a la globalización, la sufre, la vive, la produce. También en lo tocante a la violencia, quiero decir que produce violencia globalizada, balbucea un texto frente a ella, inmersa en esta ‘transición” angustiante, entre las olas y sin salvavidas.
No obstante, tenemos noticias ciertas de que los hechos violentos domésticos no respetan ni tiempo, ni espacio, ni jerarquías sociales. De los más remotos tiempos hay testimonios, de su existencia. Desde la tradición judeocristiana, pasando por la helénica, la oriental, o la mismísima precolombina, las situaciones de violencia doméstica están presentes como un enigma en los comienzos.
Lo nuevo: la nominación de estos hechos como situaciones de violencia doméstica (o violencia en la familia).
Hace ya un siglo Freud decía en carta a Fliess (31/5/1897) que el incesto, era antisocial, consistiendo la civilización en un progresivo renunciamiento al mismo.
Hoy nos es dado comprobar, en sus consecuencias, el acerto de este enunciado del conflicto entre las pulsiones y el acontecer civilizador.
Reproduciéndose en cada instancia singular, este conflicto también se hace presente, obscuro y enigmático, en el mismo origen de cada subjetividad singular.
En este aquí y ahora una irrupción. La tranquilidad de mi estudio y mis reflexiones se ve alterada. Ella llama y pide una entrevista no programada, urgente. Llamémosle Mirta.
Llega a mi consultorio. Poco interesa que se trate de mi consultorio privado o público, está en “emergencia”. Demasiado angustiada para un diván, por lo que da igual que el mismo esté o no.
Ha “salido” de una discusión con su pareja. Como en otras oportunidades la ira se hizo presente y fue cuestión de vida irse y buscar un refugio.
Pero hoy, además, necesita que la escuchen, me elige entre otras alternativas (policía, salita, amiga, etc.) para que la escuche, no sólo que la oigan.
En ese instante, lo social de las situaciones de violencia doméstica se torna en un hecho clínico, en singular, en un aquí y ahora con Mirta. Como no es la primera vez, no se detiene mucho en la anécdota, la discusión de la cual se salió para poder pensar. Tampoco describe el carácter violento de su pareja, ni los sufrimientos de la infancia de él que pudiesen justificarlo, ni los parecidos entre él y la propia madre de Mirta. Sólo menciona su propio temor, y la lástima por él.
No se queja de él, de sus estados cambiantes de ánimo, de su ira injustificada y a veces impredecible. Sí se detiene en que la relación con él ya no la hace feliz. Finalmente está ella, es ella en problema.
Hubo un recorrido hasta aquí. Se requirió de tiempo y escucha. Tiempo para que de ser mandada por, y pasando por la queja de, llegase a demandar.
Hoy a Mirta la trae una cuestión. La cuestión (lo que cuestiona) es decid-ir-se. Busca por la palabra mediatizar los actos reiterados. Actos que al re-conocerlos, la angustian.
En la actualidad de su discurso no deja de reiterar algunos momentos de su recorrido. No es la primera vez que algo será dicho-escuchado. Como un laborioso trabajo de reconstrucción arqueológica, no será sin vacilaciones. También hubo desánimo y abandono. No importa, lo re-construido está allí, y sólo espera el momento oportuno para el paso siguiente. Abandone o retroceda no será desde el mismo lugar inicial. Entonces tiempo.
La cuestión es decid-ir-se. El apóstrofe invisible fue recorriendo cada segmento.
En su familia (la del drama edípico), también se descubre infeliz. La infelicidad está allí como un enigma en el comienzo.
Está cansada, no sólo de él, sino de su propia incapacidad para decidir. Después de todo alguien (papá, él, otros) siempre lo hicieron por ella (decid:esto).
Surgen cosas no dichas. Su propia agresividad. Sus ganas de matarlo. Hoy ella lo puede decir. También aparecen los cuidados de mamá. Mamá también dijo de matarlo.
El apóstrofe llega al sé (decid-ir-sé). Mi abstinencia posibilita que hoy sea. Hoy es como más ella, pues siendo (siempre habrá un siendo) escuchada, no es decidida por.
Concluye la entrevista. Habrá otras entrevistas más. Algunas, quizás sean nuevamente de urgencia, pero ya desde su urgencia.
Mirta vuelve a su casa, sabe qué hacer si hay riesgo (alguien oportunamente ya la informó). Está decidida a que no vuelva a pasar. Más que una intervención policial, que un acto jurídico justo, que una orientación social respetuosa (más en tanto que suma, y más en tanto que supera) su decisión la aleja de la muerte.
Vuelvo sobre mi borrador. Habrá que proseguir. Mi ética me aleja de la ingenuidad realista de la ciencia, de la facilitación del síntoma en las taxonomías de los llamados problemas sociales (problemas para quién?).
Me encuentro con un amigo que me invita a su programa de radio. La invitación es distinta. No se trata sólo de escuchar. También quizás habrá que hablar...


(1997: Presentado en Reunión Laconamericana de Bahía (Brasil) y en 3° Jornadas Multidisciplinarias de A. P. S Mar del Plata.)

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